Otra vez ese olor extraño golpeaba su nariz. Para ella era, de nuevo, la primera vez... aunque ni siquiera era consciente. Aquel era su principal problema: no comprendía la magnitud de su mal. Pasaba un poco desapercibido para su consciencia ya que, al no existir un recuerdo que rescatar, todo resultaba demasiado endeble para su memoria.No retenía sensaciones. Su sentencia fue concisa y breve, aunque no justa. Aquella era una maldición ingrata. ¿Cómo añorar lo que no se recuerda? Para ella, cada tristeza era la primera. Las alegrías eran desconocidas que cruzaban su puerta sin avisar. Los olores, los sabores o los colores no evocaban sentimiento alguno a su mente. Sencillamente, no era capaz de tejer esos hilos que el resto de los mortales empleamos para atar lo etéreo a lo terrenal. Sus recuerdos eran pasajes sin vida, pedacitos grises de una historia que le resultaba ajena. No se ubicaba en su memoria porque todo le pasaba desapercibido.Vivía cada nuevo amor durante el tiempo que lograse sentirse enamorada... luego pasaba a olvidar y, si volvía a enamorarse, era para ella un comienzo completamente nuevo. Lo mismo le sucedía con las penas. Eran siempre desconocidas que se colaban en su vida para hundirla por completo. Ella nunca recordaba la sensación de haber escapado de la tristeza. No entendía aquella sensación de morir por dentro, aunque la hubiese vivido mil veces. Era tener que aprender todo desde cero.Aquel olor tan extraño no significaba nada para ella porque, en su realidad, era la primera vez que lo olía. No le venía a la memoria la imagen de su padre al regresar del trabajo, todas las tardes de su infancia. No sentía aquel escalofrío que se coló por su ventana la primera tarde en la casa a la que se mudaron siendo ya una adolescente. No recordó los brazos de su madre tirando de ella para sacarla de la cama el día del incidente. Y no ser capaz de retener sensaciones le hizo pasar por alto todos aquellos recuerdos relacionados con aquel extraño olor que, nuevamente, golpeaba su nariz. No tuvo la oportunidad de buscar el factor común a todas aquellas historias. Y mientras el gas seguía colándose en su dormitorio, ella se quedó dormida casi sin darse cuenta.
Sara
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